Permitirles a los niños un espacio y ambiente adecuados para jugar en su infancia tiene múltiples beneficios en su desarrollo y en el despliegue de su personalidad.

Mirar, tocar, correr, saborear, rolar.

Volver a tocar, probar, escuchar.

Armar, desarmar. Inventar, crear. 

Jugando voy explorando lo nuevo del mundo y conociendo lo que me rodea.

Jugando me conozco a mi mismo, me sorprendo, crezco.

Afianzo mi seguridad cuando redescubro mis habilidades y todo lo que soy capaz de hacer. Y así … ¡me dan ganas de más!

También me frustro con lo que todavía no logro: pero es el motor y la motivación para seguir intentándolo. Busco nuevas herramientas, y pido ayuda cuando sé que la necesito.

Jugando me zambullo al mundo de la imaginación y la fantasía. 

Soy el inventor de mi propia historia, creo las reglas y puedo cambiarlas todas las veces que quiera.

Jugando puedo compartir mis intereses con otros, y descubrir que también existen diferentes maneras de hacer las cosas.

Jugando me apropio de lo que me pasa, de eso que me gusta y de lo que me angustia.

Jugando decido cómo empieza y termina el cuento y si hace falta, lo borro y lo reinvento.

Jugando, me toca esperar, ayudar, resolver, imaginar, descubrir, pensar, asociar, sentir, investigar, explorar, entender, compartir.

Jugando me siento vivo.

Jugando, SOY y eso no es un juego.

Lic. Magdalena Lucardi

Corregido por Marina Sanz