El 19 de marzo pasado el presidente de la República Argentina decretó el aislamiento social preventivo y obligatorio. Desde entonces, las empresas que tienen la suerte de poder hacerlo, continúan funcionando gracias al trabajo remoto de sus empleados.
Desde ese mismo día todos nuestros hogares se transformaron por completo: no sólo nos albergan para comer, dormir y transcurrir el tiempo libre sino que son nuestro único espacio vital hasta nuevo aviso. Son oficina, sala de reuniones, aula, consultorio psicológico, gimnasio y quien sabe cuántos otros roles podemos otorgarles.
En este contexto, el propósito de este artículo es hacer un llamado para que desde el ámbito organizacional se pueda lograr una visión más comprensiva que nos lleve a todos a bajar niveles de tensión. Como indica el título: estos NO son días de WFH, la modalidad adoptada NO es un beneficio para los colaboradores; es la única alternativa laboral vigente al día de hoy, nuestra obligación y responsabilidad como ciudadanos. El planteo fundamental de este trabajo es que para la gran mayoría de nosotros, bajo estas condiciones objetivas y subjetivas que nos atraviesan, será muy complejo cumplir como en una jornada laboral habitual.
Un ejemplo puede ser una familia donde ambos padres trabajan en relación de dependencia, sus jefes pretenden continuidad laboral ya que pudieron llevarse sus respectivas notebooks a casa. Mientras tanto, tienen dos hijos con demandas propias y escolares, la conexión a internet no es buena y hasta hace un mes no sabían qué era Zoom. Otro caso es una profesional que está habituada a trabajar de manera remota, pero hace casi tres semanas no duerme por la preocupación de sus padres, dentro del grupo de riesgo, que están solos y no puede visitar.
Es de suma importancia que quienes llevan adelante equipos de trabajo tengan presente que todos nos vemos en una condición distinta a la usual: tenemos más tareas del hogar, otros integrantes de la familia que atender o acompañar a la distancia, o sólo la propia compañía – que también requiere cuidado y tiempo para poder ser sobrellevada. El ámbito educativo para quienes tienen estudiantes a cargo tampoco ayuda demasiado, por la imperiosa necesidad de “no perder contenido” con una alta carga de actividades por entregar y videollamadas. Otro de los actores principales es la presencia de la incertidumbre y la angustia que pueden generar en cada uno este escenario totalmente inédito: es frecuente encontrarnos con la mente perdida, con dificultad para concentrarnos y encontrar sentido a muchas de las tareas que eran habituales.
Por este motivo, es importante detectar y sensibilizarse principalmente respecto a dos cuestiones:
En primer lugar, reconocer que hay tareas urgentes y otras que no lo son. En esta circunstancia es vital diferenciarlas. Pongamos foco en cumplir con las primeras y tengamos apertura a entender demoras, faltas, fallas en las otras.
Por otra parte, comprender que si bien hay organizaciones que hace tiempo están dando a sus empleados el beneficio de trabajar desde casa, para muchos es la primera experiencia y no hay espacio físico, herramientas de trabajo ni servicios listos para afrontar la situación actual en nuestros hogares. Llevará tiempo acomodarse, organizarse e incluso capacitarse según sea necesario.
En conclusión, entendemos que no es momento de evaluar ni medir a nuestro equipo de trabajo en su desempeño ni mucho menos para considerar la implementación del teletrabajo una vez que volvamos a la normalidad (¿qué será eso?) basados en los resultados de estas jornadas tan complejas e irreales. Respiremos hondo, entendamos que nadie está preparado para lo que nos toca vivir hoy, tengamos una dosis extra de paciencia y empatía. La salud es lo único que no puede esperar.
Bárbara Macherett
Lic. en Relaciones Laborales
Momento Cero